En el año 1839 Louis Daguerre da a conocer el daguerrotipo. Este invento considerado como la primera fotografía de la historia, se tomaba en positivo sobre una placa metálica tratada químicamente, la cual no permitía la obtención posterior de copias.

Las primeras tomas de Daguerre fueron paisajes urbanos, sin embargo, no tardó en mostrar un interés hacia el cuerpo humano, optando por la representación de esculturas en un tono clásico. En muy poco tiempo, la fotografía se hizo popular por su alta capacidad de representar fielmente la realidad y su presencia como nueva disciplina cambió para siempre el rumbo de la pintura y del arte.

Artistas conocidos por su alta capacidad técnica como Delacroix se sintieron tentados por las posibilidades de la nueva técnica mientras que otros, como el polémico y genial Courbet, reflejan en su extremo realismo la influencia directa de la fotografía en su modo de representación con una especial atención a los desnudos dejando de lado la idealización de texturas y representando sin pudor el vello corporal.

Durante la segunda mitad del siglo XIX y ya a comienzos del siglo XX, el desnudo en la fotografía, con prostitutas y bailarinas como principales modelos, creció en popularidad de una forma notable, haciendo que el valor de las imágenes creciese aceleradamente. La fuerte vigilancia de la moral por parte de las autoridades imponía multas a unos autores que, por esta razón, se mantenían en el anonimato y se beneficiaban del enorme interés que despertaban sus fotografías.

Es cierto que el desnudo ha sido de interés constante en el arte desde sus inicios, la gran diferencia destacada en la fotografía es la alta calidad en el realismo, así como la posibilidad de distinguir a personas reales como propietarias de esos cuerpos sin ningún tipo de idealización ni censura propias de las adaptaciones estilísticas e ideológicas de la pintura y la escultura.

Autor: Lidia Fernández Infante